La
maña de pedir fiao.
Mi limo, mi limonero
Entero me gusta más
Un inglés dijo Ye Yé
Un francés dijo La Lá.
Henry Stephen.
Hoy pude mirar, mientras le daba su tetero –palabra que merece su
propia Alicia- a Mariagracia, en la Televisión Española a un simpático cocinero
–de cuyo nombre no puedo acordarme- que muy amenamente nos hace pensar que
cualquiera puede entrar en la cocina y preparar ricos platos. Este jovial
cocinero tiene desde hace muchos años un programa de TV que en balde ha tratado
de ser imitado por muchos, y en muchas partes, sin lograr la simpleza de sus
deliciosas preparaciones. Hoy, por ejemplo, nos deleitó con un bacalao en salsa
de pimientos verdes. Me quedé mirándolo y pensando que lo podría reproducir
–mutatis mutandis- con un filete de corvina. Para mí el bacalao siempre será
salado y cuya única utilidad será sustituir al Morrocoy en el pastel de la
Semana Mayor.
Hace algún tiempo Celia Soonets,
una amiga que vive su propio exilio voluntario, me envió un mail muy
entretenido que pretendía hacernos dar cuenta de cuan viejo somos. El mail en
cuestión preguntaba por cosas que definitivamente sólo podrías contestar si
eres tan viejo como yo. Una de aquellas preguntas nos interrogaba por el jingle
de Rikomalt, pasé horas tratando de recordar aquel jingle, pero no pude. Mi
frágil memoria siempre me hace malas pasadas. Apenas logré recordar que en
algún momento Las cuatro monedas hicieron un comercial para la marca de leche
malteada.
Al darme cuenta que de verdad podía contestar casi todas y cada una de
aquellas preguntas comencé a sentirme viejo. Uno no se da cuenta, pero con el
tiempo comienzas a dividir tu vida por décadas y que casi sin darte cuenta
estás más allá de la mitad de la vida.
Así que mandé a aquel mail a mi personal papelera de reciclaje, un
archivo donde acumulo los mail que mandan mis amigos. No sin antes jurar que
cuando fuera a Caracas me tomaría un Rikomalt con la esperanza, de que al
probarlo, recordaría aquel viejo jingle.
Cuando fuimos a Venezuela, de regreso de Morrocoy -el Parque Nacional-
paramos en Valencia. En la primera
panadería que encontramos pedí, además de las dos botellas de agua
mineral y una Sprite para Carolina, un Rikomalt, para mi decepción y sorpresa el portugués me
dijo no había. Supe, inmediatamente, que pasaría lo mismo que con la arepa de reina
pepiá; por años estaría buscándola sin poder, por extraña razón,
encontrarla.
Para los que no lo recuerden Las
cuatro monedas fueron una versión criolla de The Jackson’s Five (de
cuando los 5 eran bien negritos). Los
hermanitos O´Brian por años estuvieron
todos los miércoles, de la mano de Gilberto Correa, en De Fiesta con
Venevisión cantando y bailando todos vestidos muy
igualitos, con trajes de lentejuelas y esas cosas que se usaban en aquella
época de la TV a blanco y negro. No sé
si fue la breve incursión de Las cuatro monedas en la música
publicitaria o la incorporación de Gregory, el hermanito menor, lo que dio al
traste hasta con el nombre del grupo. En todo caso y desde aquel momento Las
cuatro monedas entraron en mi más profundo olvido y creo que en el de
muchos otros.
Al oír al cocinero español (sigo sin poder recordar su nombre) cantar
la primera estrofa de aquella canción, que le ganó instantes de fama a Henry
Stephen en La Madre Patria (supongo que gracias a algún carnaval en las Islas Canarias)
sin querer, y sin poder evitarlo, me acordé de esta vieja Alicia que había
quedado inconclusa por más de 2 años en mi personal papelera de reciclaje,
decidí terminarla y enviársela a Celia –creo que nunca le contesté su mail- Al oír cantar, a este dicharachero cocinero,
aquella vieja canción me di cuenta que soy más viejo que el hilo negro.
Año, 2002.
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