Sola, fané, descangayada
la vi está madrugada
salir de un cabaret.
la vi está madrugada
salir de un cabaret.
La voz eterna de Carlos Gardel.
Era el nombre de un grupo de rock
ecuatoriano que era muy famoso por los años noventa cuando recién el destino me
puso a vivir en “extraña nación.” Era un nombre que no me decía nada al igual
que Cacería de Lagartos u otros muchos nombres ingeniosos que decoraban el
repertorio de nombres de grupos de rock, pero como el rock no me apasiona no le
paré bolas a nombre. Unos pocos años luego entendí que aludía a una expresión
vernácula: La valiente puta que te parió. Recién ahí comprendí que era un
nombre travieso, iconoclasta,
irreverente, y simbólico como si se les
hubiese ocurrido llamarse “los amigos invisibles” o “el pez que fuma.”
Hace unos años conocí a Balmore
Moreno, amigo quien el destino lo trae al Ecuador un par de veces al año y cada
vez que viene nos damos modos para invitarlo a casa y degustar alguna cosita,
aunque todavía le debemos una paella valenciana que Alexis González, un hermano hecho aquí en
el exilio voluntario, promete pagarle en cuanto vuelva. Cuando conocí al
Balmore su cara se me hacía conocida, pero no podía ubicar en donde carajo lo
había visto y no fue hasta que Ela, su ex-esposa, nos presentó mas formalmente
que supe de donde esa cara se me hacía tan conocida. Balmore participó en más
de una de esas películas sesetentianas que contribuyeron a crear en nuestro
inconsciente colectivo que podíamos hacer cine y cualquier otra cosa que nos
diera la gana, eran los cuatrotrientísticos años setenta. La mayoría de las
películas en las que Balmore participó las había visto en los años de mi más tierna
juventud, pero reconocerlo no era fácil ya que los años habían borrado su
cabellera.
Siempre que nos reunimos con
Balmore terminamos hablando aquellas películas -y de aquella época dulce- las cuales se desdibujan en nuestra memoria.
Ela, siempre cuenta que hizo un papel en los años que era esposa de Balmore en
el Pez que Fuma. El Azar Inmóvil que todo lo mueve me colocó en la situación de
no tener TVcable y debí recurrir a Youtube y mirarme algunas películas viejas
ya que dormir en el silencio total, para mí, es casi imposible. Así que al
tercer día, resucitó de entre los muertos el Pez que Fuma. La miré con atención
porque quería reconocer a Ela, pero no pude; a Balmore lo pillé en una escena
cortita. Imagino que en el trance de filmar una película en un burdel
venezolano hacían falta un par de extras y en medio de esa algarabía que es un
burdel, así sea de película, Roman
Chalbauld le debe haber dicho: “Balmore,
deja lo que estás haciendo y párate allí como que estás saliendo del burdel.”
El papel de Ela debió ser más pequeño aún o los años que han pasado no me
permitieron reconocerla. Pero Igual me vi la película completa. Reconozco que
no era de mis preferidas así que me pasé unos días antes de enfrentarla. Me
deleité con otras que me habían sido, en su época, más sencillas de entender.
Es una película de culto -declara
quien la colgó en Youtube- me pareció un poco exagerado; pero debo confesar que
hubo un par de simbolismos interesantes, pero no soy crítico de cine así
que puedo ver un simbolismo donde no hay más que una escena de relleno o alguna
pendejada del director; pero hubo cosas
en la película que te ponen a pensar. Debo reconocer que tal como la primera
vez me costó verla, y entenderla. A ratos me provocaba pasarme a ver otra cosa.
Claro que, como la primera vez, darse el
lujo de ver a Haydee Balza como Dios la trajo al mundo me mantenía en estado
expectante. No voy a negar que sí me llamó la atención que todas las artistas
que hacían de puta (y las que no) en la película tenían tetas de un tamaño
digamos que normal y recordé una frase de un amigo -que cuando empezó esta
epidemia de las cirugías de aumento de senos, tal vez para no hacer sentir mal
a su hermosa esposa- siempre decía: “la teta, que en la mano quepa”. Qué
tiempos aquellos que el talento no se medía en centímetros cúbicos y si una
mujer tenía la “mala suerte” de tener
tetas pequeñas podía encontrar un papel en una película de Roman Chalbaud.
Esta vez, al contrario de la
primera vez, creo que es una gran película. Difícil de entender, porque si te
ponen como premisa que el país es un burdel a mas de ser ofensivo, distrae.
Pero es una gran película. Convengamos
que Venezuela es un burdel y que como en
cualquier burdel tienes que quedarte hasta que encienden las luces o irse muy temprano.
Si te quedas hasta al final nadie te quita lo bailado, y si te vas temprano
siempre pueda la excusa de: “Yo no sé, yo no estaba ahí.” La música
excepcional, si filmaran hoy día, no tengo idea que podría sustituir a La
Violetera (simbólicamente hablando) como
tema, mi cultura regetonera no llega para musicalizarla, y, que, quede
claro que hace muchos años que no paso una noche en un burdel así
que me disculpo en mi ignorancia.
Pero si debo coincidir que es una
película acerca del poder y sus bajezas.
Si Venezuela es un burdel -simbólicamente hablando, claro está- la renta petrolera es la “valiente puta que
nos parió.” Los políticos han sido los grandes chulos de esa riqueza, me
refiero a la renta petrolera. Es irónico ver a Orlando Urdaneta encarnar el
chulo de turno, al “paracaidista” que llega al burdel casi muerto de hambre y buscando
empleo de cualquier cosa, para luego traicionar a su maestro (Miguel Ángel
Landa) quitarle el burdel y quedarse con el amor de la matrona, que en medio de
un “intentona” de sexo desenfrenado y por los innumerables errores cometidos por antiguo y agotado chulo, decide cambiarlo por uno nuevo.
Digo que es irónico porque ver a
Orlando, me voy a permitir tratarlo como si fuéramos panas, encarnar en la película, aunque sea de hace más de 30
años, a Chávez es, cuando menos,
irónico. En la película vimos pasar a
Orlando Urdaneta pasar de una franelita bluyines gastados a ser el potentado de traje cortado a la
medida. En resumen de cuidador de baños a ser el chulo mayor que está allí para
despilfarrar, a manos llenas, la riqueza que produce el burdel.
Falta un mes para las elecciones,
no encuentro mi pasaporte, no sé si podré ir a votar. Pero no dejo de preguntarme viendo la escena final
de la película que carajo habrá dejado Orlando en la pancita de Haydee Balza.
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