Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

domingo, 25 de octubre de 2009

Los poderes creadores del pueblo.


Mi profesora de Lengua y Literatura de segundo año medio; era una vieja un poco loca, de cuyo nombre no me puedo acordar. Su apellido era Castillo, y el nombre era uno de esos extraídos del Santoral, que mas que un nombre parecen una enfermedad. No me enseñó muchas cosas, más allá de aprender a poner el acento en la palabra petróleo. Desde ese momento la recuerdo cada vez que escribo esa palabra. Aunque lejos de la patria cada día la escribo menos.

La desgracia, hizo que en aquel año lectivo, en la autopista Caracas-Valencia, a bordo de su pequeño Volkswagen, nuestro poeta Aquiles Nazoa perdiera la vida. Ese día mi profesora de castellano, como le decíamos en aquella época, se dedicó a tratar de enseñarnos la fuerza de los poderes creadores del pueblo. Se pasó las dos horas de clases leyendo poesía de Aquiles Nazoa, con una gracia y una capacidad histriónica desconocida para nosotros. Aunque para ser honestos, en aquel momento la mitad de la clase no estaba entendiendo nada, nos limitamos a oírla, a pasarnos papelitos y a tirarnos taquitos.

Por aquellos años vivíamos en la desesperación de la bonanza petrolera, jugábamos, irresponsablemente, a ser un país en vías de desarrollo. En pocos días mas amaneceríamos con un petróleo a 40 dólares el barril. Amanecieron los años, como dicen aquí, de la plata dulce; esa sensación empalagosa que no te deja pensar. Y acto seguido mudamos nuestra capital, momentáneamente, al Estado de La Florida. Miami, para ser exactos.

Venezuela se llenó de zapatos Converse y Nike. Los zapaticos Paseo que nos aconpañaron por años fueron a morir en las mesas con rebajas de PepeGanga. Una versión chola del Grafitti contemporáneo. Ya no volvimos a comprar zapatos deportivos Made in Venezuela. A no ser, excepción sea hecha, de los Didaven, que eran una copia, de los famosos Adidas. Eran la versión pobre, exhibirlos en las clases de Educación Física era una raya.

Esa industria de la copia ha traído prosperidad a mucha gente. Conocí un pueblito llamado Pelileo en la provincia del Tunguragua. Allí todo el mundo vive de la copia de marcas extranjeras y se jactan de fabricar los mejores Blue Jean del mundo, no me consta. Pero en Venezuela no sólo se copiaban los zapatos Adidas. Las botellas de Whisky también sufrieron la arremetida de los falsificadores. Mas de uno dio cuenta, con su hígado, de la habilidad de aquellos que sabían vivir de nuestro gusto por lo foráneo.

La Zona Franca de Margarita se convirtió en Puerto Libre (rara manía la de los venezolanos de cambiarle el nombre a las vainas) y desde allí la ropa importada llegaba, con precisión de reloj suizo y libre de impuestos, al Mercado del Cementerio. La llamada Elmer Boutique que nos vistió a todos durante años. De vez en cuando, en la distancia de este exilio voluntario, me pego una lectura de Humor y Amor de Aquiles Nazoa. Me acuerdo de mi profesora de castellano, de cuyo nombre no puedo acordarme.