Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

jueves, 28 de julio de 2016

Bitácora del capitán



Si me pidieran, y nadie lo ha hecho, que nombrara un programa de TV que haya marcado nuestra generación, esa generación que creció entre Sopotocientos y Sábado Sensacional, tendría que nombrar a Viaje a las Estrellas. Fuimos esa generación que creció ensoñando el futuro y acariciando el progreso. Ese que tuvimos, casi, en la yema de los dedos.

Crecimos enamorados de la Enterprisse y emulando el saludo vulcano del Señor Spock. En nuestros años eso de portar un aparatito que nos podría comunicar sin barreras era ciencia-ficción. Después vinieron los celulares a arruinar nuestros sueños y a dejarnos esperando la llegada, implacable, de las máquinas teletransportadoras y con la certeza de que el futuro llega, y cada vez más rápido, como bien dijo IBM en un comercial de hace unos pocos años.

En nuestra época los teléfonos sólo servían para hablar y las máquinas de fax eran sueños imposibles. Silicon Valley no era más que un montón de piedras en alguna parte del mapa de los Estados Unidos. Nacimos con el papel carbón y las fotocopias eran un producto costoso, reservado sólo para las partidas de nacimiento y algún otro documento importante. Después las fulanas máquinas Xerox llenaron los pasillos universitarios y nos regalaron la ilusión de haber leído cada una de esas páginas copiadas por unas pocas monedas.

Recuerdo a un profesor universitario observar aterrado, mientras aguardaba con paciencia su jubilación, la proliferación de estas máquinas. Este profesor comentó que en su época debían ir a las bibliotecas y copiar los libros de texto con paciencia y buena letra. “Mientras copiabas y de tanto copiar – comentó -  algo se te iba quedando”.

Hoy la Internet nos ha regalado una generación de estudiantes que jura que investigar es hacer un download de documentos cibernéticos, mientras chatean con un amigo invisible en algún otro lugar del mundo. Eso somos: una generación alcanzada por el futuro, con pocas esperanzas de soñar uno propio.

Me pidió Omar, en medio de ese optimismo contagioso que posee, que prepara una segunda selección de estas crónicas, al fin y al cabo, nada cuesta entrar a un procesador de palabras y hacer un copy and paste. Así que lo hice y me puse a buscar un nombre. Frente a una copa de un, creo,  buen cabernet suavignon llegó a mi mente esa frase que oímos de niños  y nos acompañó por años: Bitácora del Capitán, fecha estelar... Sin duda es un buen ejemplo de un viaje que debió durar unos pocos años y se ha vuelto eterno.

Me quedé pensando en Venezuela: nuestra  pequeña Enterprisse varada en el mar de la felicidad. Para qué mentir; sentí pesar de que al mando no esté el Capitán Kirk y que José Vicente no sea el Señor Spock.

Santiago de Chile,
Noviembre del 2000.

Ahora que el Petróleo es Nuestro.



Ahora que el petróleo es nuestro
No quiero ver pordioseros
 
enfermos sin hospitales
 
y muchachos sin liceo.

Alí Primera. 

En este exilio, más o menos voluntario,  viendo un programa  en la televisión los integrantes de Café Tacuba confesaron que el primer nombre del grupo había sido  Alicia ya no vive aquí. Explicaban que el nombre lo habían tomado de una película de   Scorsese, que nunca habían visto la película; pero que el nombre era padrísimo. Coincido con ellos.

Mi cultura cinematográfica nunca pasó de haber ido un par de veces a la Cinemateca Nacional, cuando la dirigía Rodolfo Izaguirre. En cuanto a Scorsese no paso de: La Última Tentación de Cristo. Fui uno, de los tres millones de venezolanos, que hicimos  cola frente a la Margot Benacerraf para ver la película, guiados por el viejo axioma: "si la prohibieron por algo será".

Por ejemplo si te reúnes con el Gerente General de alguna empresa  o el Presidente de la Cámara de Comercio te dice en tono interrogativo: ¿Tú eres venezolano?. Y al oír la afirmativa respuesta, te dicen "pero chico,-tratan de imitar el tonito de novela venezolana; pero no les sale- qué le pasó a tu país porque Venezuela hace 20 años era el paraíso".

Creo que ese es el kit de la cuestión. Venezuela fue por mucho tiempo el país de las maravillas, y todos éramos una especie de Alicias. Éramos una especie de paraíso terrenal: Tierra de Gracia. Pero de la noche a la mañana resultó que no éramos propietarios de ese paraíso terrenal, que lo teníamos arrendado y que el contrato había llegado a término.

Yo soy de esa generación que creció aterrado con el día que se acabe el petróleo, que en las clases de Formación Social, Moral y Cívica nuestras maestras siempre nos preguntaban qué significaba la frase "hay que sembrar el petróleo". Soy de esa generación que nos hicieron marchar en los próceres cuando a CAP se le ocurrió nacionalizar el petróleo. Recuerdo esa frase "ahora que el petróleo es nuestro"; nos creímos el cuento de que nacionalizando el petróleo le daríamos alcance a la fase superior del subdesarrollo, habíamos pasado a ser un país en vías de desarrollo.

Pero, a la vuelta de unos años, nos dimos cuenta que no hacía falta que se acabara el petróleo  para que todo nuestro "modelo de desarrollo" se fuera al traste. Ahora se trata de desnacionalizar todo lo nacionalizado, de privatizar todo lo estatizado de echar atrás y comenzar de nuevo.

Sin entrar en detalles, me confieso defensor de la empresa privada como garante del desarrollo económico y la sociedad de libre elección, me defino como liberal, soy de derecha y eso no me avergüenza. Hace un tiempo estuve en Caracas, era marzo de 96, eran los primeros días de la Agenda Venezuela. Creo que las cosas que se comenzaban a hacer eran las necesarias. Pero me preguntaba que hacía Teodoro Petkoff de Ministro de Cordiplan mientras hablaba de los nuevos planes económicos. Recuerdo que en un lapsus mentis se comprometió ante Fedecámaras a privatizar PDVSA, lo que arrancó aplausos frenéticos de la audiencia, aunque inmediatamente corrigió el error, se trataba de otra cosa que iban a privatizar.

Pero entiendo que es un tema delicado privatizar PDVSA, es como que nos digan que todo aquello era mentira. Es como que nos digan que nuestras maestras de cívica eran unas farsantes, que no tuvimos que desfilar por Los Próceres, que el petróleo nunca debió ser nuestro, es como que nos digan, simplemente: Alicia ya no vive aquí…

Año, 1996.

Arturo es el Hombre.





La ley en Venezuela es para los pendejos” 
Arturo Uslar Pietri


Uslar Pietri era,  una especie de ancla que me unía al país. Todos los domingos compraba la prensa para leer sus artículos y de vez en cuando los comentaba con mi amigo Eduardo Alcívar. Sigo comprando El Comercio todos los domingos, pero sin él ya no es lo mismo. Una vez le comenté, a Eduardo Alcívar, que había sido candidato presidencial y que había, lamentablemente perdido. Habiendo arrasado en Caracas había perdido en el resto del país, y con ello las elecciones. A veces me pregunto cómo habría sido Venezuela si en esas elecciones Uslar Pietri hubiera ganado, me consuela pensar que a lo mejor no habría pasado gran cosa y habríamos perdido el mejor programa de la televisión venezolana: Valores Humanos.

Uslar Pietri no necesitó haber sido presidente de la república  para ser una especie de rector silencioso de toda nuestra vida cívica. Las palabras que salen de su boca se convierten, por obra y gracia de su estatura intelectual, en vox populi, vox dei. Recuerdo cuando, con profunda sencillez, proclamó la Orden al Pendejo y eso bastó para que la palabra se limpiara de toda connotación vulgar y pudiera ser usada por cualquiera. Después de haber salido de la boca de Uslar Pietri la palabra cobró nuevo significado, y se convirtió en palabra usada por todos, desde periódicos hasta programas cómicos.

Cuando Eduardo Alcívar me comentó que  "esta muchacha que fue Miss Universo" se había lanzado a la presidencia y me preguntó mi opinión; me quedé sin palabras no sabía que decir, sólo le pude comentar que a lo mejor le pasa como a Uslar Pietri que gana en Caracas pero pierde en el resto del país. La historia me desmintió. Irene, me gusta llamarla así (como si fuéramos panas) perdió en todas partes.

A estas alturas no creo que el problema era si tenía la estatura para el cargo, los ha habido más bajitos. No creo que el problema haya sido que era muy distinto ser Alcalde a ser Presidente, Luis Herrera fue presidente y jamás había sido, ni siquiera, ministro. Su gestión al frente del Municipio fue exitosa, explicaciones hay muchas. Hay quien dice que se  rodeó de gente altamente profesional. Hay quien dice que es fácil ser Alcalde en un Municipio cuyo mayor barrio es El Pedregal, hay quien dice tantas cosas.

Qué pasaría si por una vez  ensayáramos otra cosa, si acabáramos con ese presidencialismo nefasto de elegir presidentes creyéndolos Mesías. Ojalá todo este escándalo de la nueva república  sirva para que entendamos que no es un problema de presidentes, que es un problema de ciudadanos. Que el problema no está en a quién elegimos sino quiénes  elegimos.

¡Ay! Dios mío, perdóname, no sé ni lo que digo, es que es tan fácil andar por la vida hablando pendejadas.

Año, 1999.