Por
el aroma yo lo sé…
Algún diciembre fui a Caracas, mi hermana me invitó a comer al Sambil.
Me habló maravillas del fulano centro comercial, y de unas rosquillas de
canela: Cinnamon Rolls. Para qué decir que tuvimos que hacer una cola de no
menos de una hora. Estaba horrorizado ya que me parecía demasiado para comerse
un pan de canela y una taza de café;
cosa que ya hubiera cambiado por un Golfeado en km. 17 de la carretera al
Junquito. Pero las colas interminables parecen ser parte de la vida del
caraqueño, yo estaba allí medio cabreado,
pero en fin en otras cadenas de Fast Food, la cosa no es mejor, créanmelo.
Al fin llegamos a la caja y pedimos no sé cuantas rosquillas de esas y 5
marrones grandes. Ahí fue que quedé de una pieza, mi hermana me había
hecho hacer una cola de una hora para tomarme una taza de rico y estandarizado
Nescafé. El cual consumo resignado y felizmente
todas las mañanas.
Cuando llegue a vivir a este país si hubo alguna desagradable impresión
fue la inmensa cantidad de marcas de café instantáneo, para cualquier
venezolano una herejía. No encontraba explicación de ese hábito tan arraigado,
el argumento para consumir café instantáneo era “ahorra tiempo”. Aquello me parecía incomprensible: en términos de
tiempo colar un litro de café no consume más de 5 minutos, preparar
una taza de café soluble es más o menos el mismo. Busqué las explicaciones, las
había, pero no son importantes en este momento.
Tomarnos un “cafecito" en Venezuela no significa el acto de
servirse y tomar una taza de café, es de forma inequívoca, una invitación a
compartir una charla, a hablar de algo que, según a quien se invite, puede ir
de una reunión de negocios a una de abierta seducción. Por ello el café es un
artículo de primerísima necesidad. Llegar a una casa, implica que el anfitrión
se vea en la imperiosa necesidad de brindarte una tacita de café recién
colao. El protocolo te obliga a indicarle: “No, chico, no te
molestes…”. El anfitrión contestará:
“Pero si ya está listo.” Todos sabemos que a nadie se le ocurriría
brindarte un café recalentao.
Para nosotros, el café está asociado a su aroma, al olor que emana de
su preparación y, tal vez por ello el mercado de café instantáneo es minúsculo
en Venezuela. Ninguna marca de café instantáneo, ha logrado reproducir ese
efecto aromático. Tal vez sea parte de la franquicia y, Cinnamon Rolls, para
mantener un estándar requiere usar Nescafé.
Pero si hablamos de estándar hagan la prueba, en cualquier panadería de
Venezuela: un marrón es un
marrón, un con leche es un con leche, un guayoyo es un
guayayo. Puedes caminar un millón de cuadras; en todas te sirven lo
mismo y en todas ese aroma te invita a tomarte un cafecito y tomarte un
cafecito, siempre, invita a conversar.
Año, 1998.
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