Relleno de pavo.
El primer diciembre que pasé fuera del país, me decidí a experimentar
las costumbres navideñas de la que sería mi patria por algunos años. Siempre he
creído que la mejor forma de conocer un país es a través de su comida. La
comida te dice como es la gente. Así que troqué panes de jamón por invitaciones
a comer la típica comida navideña. Pero mi sorpresa fue que, en aquel país,
Navidad no tenía estandartes de culinaria totémica como nuestra hallaca.
Desde que salí de Venezuela, casi siempre he tenido alguna hallaca
cerca, pero si no las tuve compensé la ausencia con el pan de jamón. Mi receta
de pan de jamón la aprendí en la casa de Rita de Pino y con muy pocas
variaciones la he ido adaptando. Creo que si bien es cierto que al pensar en
Navidades, pensamos en las hallacas, no
hay nada más navideño que el pan de jamón.
De la hallaca hay en otros lugares hay equivalentes muy parecidos. En
algunos lugares hasta llevan el mismo nombre.
Pero el pan de jamón, creo, no se come en otros lugares. El pan de jamón
me hizo célebre en tierras extrañas. Mariela Martínez, querida amiga de este
exilio voluntario, se volvió fanática del pan de jamón. Todos los años al
llegar diciembre recibí invitaciones a su casa a preparar pan de jamón y alguna vez me propuso hacerlos como negocio.
Un año dediqué parte de mi diciembre a amasar y preparar panes de jamón
como regalo de Navidad y desde ese día decidí que era una tradición y como tal
no debería lucrar con ella. Así que disuadí, rápidamente, de la idea a mi
querida Mariela. Argüí que lo tomara
como un acto de buena voluntad navideña y nada más.
Aquellas primeras navidades fuera de Venezuela Ketty Rodríguez (vieja y
querida amiga de por aquellos años) mejor conocida como Ketty Malone me invitó a su casa a degustar un plato típico: Relleno de Pavo.
No almorcé ese día esperando una opípara cena. Pero todo se limitó a una
ensalada que podría comerse en cualquier época del año, arroz blanco (que como
diría Héctor Tamburini: alimenta lo
mismo si te lo comes o te bañas con él) y una mazamorra de color
café.
Era un preparado un tanto macilento, de feo aspecto, pero de agradable
sabor; llamado relleno de pavo. La comí con agrado y creo que hasta repetí,
pero hasta el día de hoy, siete u ocho años después, no entendí como se pueden
comer el relleno sin matar el pavo. Todo el mundo comió; hasta hubo elogios
para Ketty por la excelente preparación. Yo, hasta el día de hoy, me quedé esperando el pavo.
Año, 1999.
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