Fuego al Cañón...
Niño chiquitico,
Niño parrandero
Vente con nosotros
Hasta el mes de enero.
Oswaldo Oropeza
Aquella Navidad, fui a llevarle un paquetito con cartas y regalitos
para mi casa a un amigo, especialista en alimentación animal, que se disponía a
pasar Navidades en Caracas. Mientras nos echábamos un palito, (aunque eso
aquí puede prestarse a malas interpretaciones) surgió espontáneamente el comentario sobre la noticia que de ese
año los cubanos celebrarían La Navidad.
Yo casi no podía entender la euforia que significaba para propios y
extraños que se celebrara por primera vez en más de 30 años La Navidad en Cuba.
Que había sido necesario que Castro accediera celebrarla, en una especie de
agraciamiento con El Papa.
Me resultaba confuso porque no entendía como pudo el régimen de Castro
abolir La Navidad. Yo reía y decía que era tan absurdo como abolir el dulce
de lechosa e insistía que si la tradición consistía en la parte
culinaria del asunto, La Navidad no la puedes abolir. Para mi era imposible que
durante estos 30 años los cubanos no comieran lo que haya sido su plato típico;
pero mi amigo me explicaba que la Cena Navideña cubana era lechón y que si
sacrificabas un lechón de 20 kilos
también sacrificabas un chancho de
190.
Existe la posibilidad de que en medio de las calamidades y
restricciones que han pasado los cubanos
no hayan tenido su plato típico. Entonces el régimen habría tenido un gran
aliado en el bloqueo. No soy muy beato, pero si a los cubanos les daba por
rezar en las Navidades, supongo que lo habrían podido hacer, supongo que los
cubanos rezan calladitos como en todas partes, nadie necesita un alto parlante
para echar un rezadita y por suerte el Big Brother de Orwell es todavía
ficción, aunque no se sabe por cuánto tiempo.
Aunque, en honor a la verdad, hay maneras escandalosas de echar un
rezadita. La Gaita es una forma ingeniosamente bullanguera de rezar. Quien no
sea venezolano no logra entender como ese ritmo, sonoro y muy movido, puede
reconciliarnos con el creador. Fuera de Venezuela la Gaita no tiene ninguna
posibilidad de comprensión. Lo he experimentado. Resulta incomprensible, a los
oídos foráneos, que esa música me ayude
al recogimiento espiritual de la fecha.
Después de la explicación de José Vicente Briceño, entendí y me quedé
pensando si la Revolución hubiera triunfado en Venezuela en los 60, como habría
hecho Douglas Bravo, Eduardo Machado,
Américo Martín, o cualquiera que hubiera encarnado el papel de Castro en
Venezuela, para abolir Las Navidades y con ellas el dulce de lechosa y la Gaita Maracucha
Año 1998.
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