La mejor forma de comer
jamón.
casi siempre ha de
pasar que cada vez que
escucheis una gaita llorareis
porque en mi cara pensás
con bellas cosas que a ti te harán recordar
todas esas lindas cosas que no pudimos lograr
Gran Coquivacoa.
Amanece 1995, hechos fundacionales: Inicio el año con las célebres
promesas de año nuevo, y un “chuchaqui
noir”. Ha amanecido un nuevo año en un país extraño. No salí a darle el felizaño
a los vecinos, no apuré doce uvas una tras otras hasta, casi, ahogarme, no me
comí mi platico de lentejas, no metí el billetico de 20 en la
champaña pa’ que no me falte rial,
no salí a darle la vuelta a la manzana con las maletas a cuestas.
Lloré toda la noche oyendo
Maracaibo 15 extrañé como nunca Radio Rumbos. Sentado en la terraza con una botella
de Moët Chandon (que hubiera cambiado pelo a pelo por una Polarcita como culito de pingüino) fumé
un Belmont Margariteño que guardé en la nevera seis meses para fumarlo
ese día. Esperando una pelada que no
llega, con un remedo de ensalada de gallina que intenté preparar para
acompañar unas hallacas recalentadas que
me trajo mi hermana en agosto, un dulce
de lechosa que preparé con la célebre receta que pedí en medio de una crisis
vía fax. ¡Ay! Dios mío, que sería de la herencia culinaria patria, si no existiera el fax.
Pero lo que más extraño es el pan de jamón, probablemente el mayor estandarte de la
comida navideña venezolana. Hasta los portugueses habían creado inclusive...
(o incluso... como decía Hellen Mendez -vieja y querida amiga aunque
nunca jamás vista de nuevo- es inevitable para mí cada vez que pronuncio la
palabra incluso recuerdo a Hellen
Méndez, su pelo enmarañado hasta los ojos, su Plymuth verde, sus faldas
hindúes, su nombre que sólo tenía una vocal y su manía irreductible de
corregirme cada vez que decía “inclusive”)
...una versión de oficina: un mini-pan-de-jamón. Hicieron la bola de plata con los benditos mini-panes-de-jamón.
Quién no engulló un pancito de esos a las diez de la mañana, para calmar el filo, característico en diciembre a esa hora. Los Amaneceres
Gaiteros del Poliedro (Aquí... En el Poliedro de Caracas, El Gran
Coquivacoa con Neguito Borjas y la gaita
que nos une todos los años...) nos dejaban además de un chuchaqui horrible, una ronquera del san putas y un hambre atroz que sólo lo podía saciar un Mini-Pan-de-Jamón.
Diablitos Underwood, la mejor forma de comer jamón, suena aún la cancioncita del comercial en mi
recuerdo. Definitivamente la mejor forma de comer jamón fue, es y seguirá siendo el pan de jamón. Me prometí
esa noche en medio de mi borrachera solitaria que el próximo diciembre, al
precio que fuera, estaría en Caracas para Navidades. Recordaba con nostalgia
las Navidades caraqueñas: alegres y bullangeras.
Como lo prometido es deuda, volví a Caracas el diciembre próximo, pero
no fue lo mismo. Vi una Caracas apagada, las gaitas no sonaban en la radio, ni
siquiera había la gaita de las locas. Cuatro
años fuera de Caracas en Navidades y al regreso no encontré ese espíritu
navideño que extrañaba. Vi otra cosa y no me gustó, tal vez la ausencia te hace
recordar desproporcionadamente las cosas, pero en mi recuerdo las Navidades son
mejores aunque no tengan pan de jamón.
Año, 1997.
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