Pantalón de cotonía,
zapatos sin dirección
casaca federalista
basura por corazón,
va el pobre Judas de Cagua;
lo agarró la Comisión
y el pueblo, encendido en gritos,
lo sigue como un hachón.
Aquiles Nazoa.
Fue el nombre de una película
setentiana de la que no recuerdo nada,
probablemente porque no la vi y si la vi no la recuerdo. Fue una de tantas películas venezolanas que como leiv
motive (¿se escribirá así?) tenían el eje subversión-marginalidad que tantas
películas engendró en el último tercio de nuestro siglo pasado. No sé por qué
hubo tantas películas sobre marginalidad. No sé por qué la marginalidad
maravilló tanto a los cineastas setentianos. Hoy, unos pocos años después, la
delincuencia en Venezuela ya no merece
una película, son una serie televisiva de entregas diarias. En todo caso lo
único que recuerdo de aquella película fue que la dirigió y protagonizó Miguel
Angel Landa.
Hoy creo que Miguel Angel anda lejos
de cine, en esa empresa probablemente perdió más de una camisa ya que fuera de
Hollywood pocos logran vivir del cine. Hoy lo veo los domingos en Bienvenidos;
es un programita con pocos méritos, a más de hacernos ver un par de actrices
cómicas con fabulosos cuerpos que parecen - y son - hechos mano y uno que otro
chiste. Pero en todo caso sirve para la nostalgia poder recordar al sempiterno Nino
Frescovaldi y al, nunca bien ponderado, Comenabos.
Esa costumbre tan venezolana de
quemar a Judas el Domingo de Resurrección tiene un correlato parecido los 31 de
diciembre en Ecuador con lo que ellos llaman El Año Viejo. Con la misma receta
que nos muestra Aquiles Nazoa en diciembre se prepara un muñeco, al que se le
suele añadir una generosa porción de triqui-traquis, para ser quemado a las 12
de la noche, no si antes propinarle algunas patadas y puñetes. Cada año es
quemado y cada cual puede personificar su año viejo con el personaje de su
gusto. Es interesante ver en los días finales del año como prospera una
industria de muñecos de aserrín y de caretas. El único diciembre que Abdalá
Bucaram estuvo en el poder, antes de ser derrocado gracias a un par de semanas de multitudinarias
protestas populares, emitió un decreto que prohibió que se hicieran caretas con
su rostro, lo que no impidió que fuera quemado en más de una casa.
Más allá de las connotaciones
políticas que tiene la quema del año viejo es una costumbre muy pintoresca.
Unos pocos días antes del fin de año las calles se llenan, especialmente en
provincias, de gente que impide el paso con una cuerda y a los que hay que dar
una pocas monedas. Siempre hay uno o dos hombres vestidos de mujer que son los
que piden el dinero son las llamadas viuditas.
Puede resultar un poco grotesco ver a estos hombres vestidos de mujer.
Cuando los vi, por primera vez, no pude evitar acordarme de las fiestas de
carnaval en las que alguno, y sin pedirte ni medio, disfrazado de negrita
preguntaba a todos: ¿a que no me conoces?
Enero, 2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario