El hombre de la etiqueta.
Y los que andan de
cuello blanco son los peores
porque además de quemarte se hacen llamar señores
tienen amigos en altos cargos muy influyentes
y hay algunos que hasta se lanzan pa’ presidente.
porque además de quemarte se hacen llamar señores
tienen amigos en altos cargos muy influyentes
y hay algunos que hasta se lanzan pa’ presidente.
Yordano.
Cuando llegue a vivir a Ecuador, allá por el
año 1993, una de las agradables sorpresas fue ver que un canal local tenía los
derechos de “Por estas calles”. Seguramente los había comprando pensando que
sería otro gran éxito a los RCTV los tenía acostumbrados. Aquí la novela estaba
recién empezando así que eran capítulos que ya había visto, y como sabía para
donde iban los tiros intuí que esa novela era demasiado venezolana como para
que fuera un éxito en otro país. El tiempo me dio la razón y al poco tiempo la
telenovela fue sacada del aire, acá la gente no la entendía y no producía los
efectos de raiting que tuvo en Venezuela. Así fue como me quedé sin saber cómo
terminó la fulana novela.
Aquella telenovela marcó un hito en la
historia de la TV venezolana y hay quienes le atribuyen a la destitución de
Carlos Andrés Pérez ya que del clásico culebrón televisivo pasó a ser una
especie de primera plana del acontecer político de aquellos años y quiénes no
leían la prensa se enteraban de los escándalos en el horario de las 9. Hay
quienes sostienen que es injusto atribuirle a la telenovela ningún efecto
directo en la vida del país, ya que las telenovelas, entre todos los poderes
que tienen, no tienen el de tumbar gobiernos.
No creo que se le pueda imputar a una
telenovela el derrocamiento de un presidente ni la debacle política de un país,
lo que sí creo es que de todos los personajes de aquella telenovela; Chávez, hábilmente,
encarnó aquel personaje de telenovela: El hombre de la etiqueta. Aquel policía
que cansado de la impunidad había decidido tomar justicia en sus manos, pero
también prefiguraba el futuro, una especie de anti héroe que se limpia el
trasero con las leyes.
Ese personaje
a su vez encarnó la decepción de muchos, por eso nadie salió a defender
la democracia aquel fatídico 4 de febrero de 1992, tal vez porque nuestra
democracia decepcionante había decepcionado a la mayoría. Por eso muchos
apostaron a un justiciero enmascarado que nos prometía un país más justo, más igualitario,
más democrático y con más y mejores oportunidades para todos. Aunque para
cumplir sus promesas tuviera que “freír en aceite las cabezas” de sus enemigos
políticos.
Aquel justiciero enmascarado, para ajustar sus
sueños con la realidad, fabricó un país a su imagen y semejanza llenando al
país de un revanchismo absurdo. Ya se le cayó la máscara al hombre de la
etiqueta y podemos ver el rostro descarnado de alguien que para perpetuarse en
el poder ha logrado sembrar el odio entre hermanos, algo que probablemente
nunca se había visto en la historia de Venezuela. Porque en la Venezuela en la
que crecí si bien no todos éramos iguales al menos creíamos que lo éramos.
Ya Chávez no viste el disfraz del Hombre de la
Etiqueta, pero la oposición sigue insistiendo en ser Eudomar Santos limitándose
a decir: “como vaya viniendo, vamos viendo”.
Año, 2002.
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