El diente roto.
Cargan con dioses nuestro idioma
con nuestros rencores y nuestro porvenir
por eso nos parecen que son de goma
y que le bastan nuestros cuentos para dormir
Serrat.
Leí aquel cuento de Pedro
Emilio Coll ya hace muchísimos años, tantos que casi no recuerdo nada. Lo poco
que recuerdo es que al personaje del cuento la vida se le transformó gracias a
la rotura de su diente. El jovencito del cuento que había sido, como casi todo
niño, tremendo y medio peleón se transformó en un personaje meditabundo. Sus
maestros se maravillaron del aspecto reflexivo y casi filosófico que había
adquirido y de allí en adelante el destino lo convirtió en un personaje digno de
un cuento.
Deben ser lo sublimes efectos
de la leche materna, pero nuestra pequeña Mariagracia ya tiene ocho pequeñitos
dientes muy filosos. Lo descubrí la vez
que, irresponsablemente, metí mis
dedos en su boca tratando de hacerle entender que el papel no es un buen
alimento. En algún descuido la encuentro tratando de morderme la pierna, un par
de veces lo ha logrado y constato que sus pequeños dientes son tan filosos como
parecen.
Gracias a que nuestra pequeña
gota de rocío apenas está dando sus primeros pasos y que no domina bien
el delicado arte de mantenerse paradita ha rodado por el suelo un par de veces
lo que hace que a uno se le sobresalte el corazón. En esos momentos uno espera que, como dice aquella canción,
sean de goma, al parecer lo son. Unos pocos segundos de llanto y otra vez al
ataque. No con poca sorpresa he
descubierto que para ella la boca es un órgano polifuncional, ya que además de
servirle para alimentarse y saborear el mundo circundante, le funciona como una tercera extremidad. Usa
su boca para asir casi cualquier objeto, incluso para ayudarse a mantener en
pie. Tenemos pruebas en video de cómo utiliza su boca para ayudarse a parar.
Claro que esto no le iba a
funcionar impunemente y en algún momento descubrimos que a uno de sus incisivos
le falta un pedacito, y como el personaje de aquel cuento a mi hija andará por
buena parte de su vida con su dientito roto. No más le vi su diente vino a mi
mente aquel cuento de Pedro Emilio Coll. Claro que ese accidente no ha
transformado la vida de mi hija. Sigue haciendo cosas sorprendentes con su
boca, entre ellas mascullar: papá.
El personaje del cuento de
Pedro Emilio Coll desarrolló una manía de acariciar su roto diente con la
lengua, lo que lo sumió en el más profundo silencio. A aquel personaje el hábito tan pensativo lo
llevó a ocupar grandes dignidades ya que todos le atribuyeron a su silencio la
voluntad pensativa. Mientras él solamente dedicaba sus mejores horas a, en
silencio, acariciar su diente. Es una lástima que dignidades ya en ejercicio no
hayan encontrado un equivalente del diente roto que, si bien, no lo llevaran
al pensamiento, por lo menos los ayudarán a mantenerse callados.
Año, 2001
No hay comentarios:
Publicar un comentario