Debía estar corriendo el año 69 -año más, año menos- la televisión era a blanco y negro, nadie
podía imaginar que pudiera ser de otra forma, el yogur se llamaba Yoka, las
fiestas eran con la
Billo Caracas Boy’s o los Melódicos. Estaba de moda el
Cachascascán y su mayor exponente Bassil Bathá; ganó fama con su célebre llave Doble
Nelson. Bassil Bathá, quién -eso creo; pero no puedo dar fe- cansado de
ganarse la vida con las patadas voladoras y simulando golpizas decidió
aprovechar la fama ganada en las arenas del Nuevo Circo para abrir una tienda
de ropa en El Silencio.
Eran los años felices de finales de los sesenta, aún reinaba en
nuestras cuentas nacionales el fifty-fifty. Un anglicismo para decir, como en
los juegos de muchachos, contá y mitá. Así que con aquella
fórmula, de la que, a ratos, creo no
debimos haber salido, los americanos se llevaban su buena tajada de la venta
del petróleo y al estado venezolano le quedaba lo justo para vivir, como la
mayoría de las familias venezolanas de aquella época, humilde; pero dignamente.
Por aquella época no existían las multinacionales de la noticia, CNN
(si era que existía) probablemente era un canal local. Las noticias sucedían al mismo ritmo que
suceden hoy; pero nos enterábamos un par de días después. En aquellos días
Adolfo Martínez Alcalá era, tal vez, la voz con mayor credibilidad de la radio
venezolana. Comenzaba la tanda de noticias en Radio Capital con la lista del
montón de nombres las principales
agencias noticiosas internacionales. Como no había imágenes las siglas de
antecedía les deba credibilidad, o por lo menos nos indicaba de cuál lado de La
Guerra Fría estaban. En aquella época existían dos Alemanias, y un solo Berlín,
separado por un muro levantado entre gallos y media noche.
El mundo, en aquellos años, era más grande de lo que es ahora.
Sudáfrica existía en el mismo sitio que existe hoy, pero de aquella república
sabíamos poco, muy poco. El único nombre que podíamos asociar era el de Richard
Bernard (¿sería él?) y eso porque se le ocurrió trasplantar un corazón, una
hazaña en aquella época y aún en esta.
Por aquella época Nelson Mandela no era el presidente de Sudáfrica, era
una víctima del Apartheid (¿se escibirá así?) Proveniente de aquellas tierras
africanas por aquella época nos visitó
Miriam Makeeba (¡creo que se escribe así!), y un ritmo contagioso
llamado el Pata-Pata, eran los años felices. Mas de uno bailó el Pata-Pata
aunque nadie entendió la letra, no importaba.
No con poca sorpresa el domingo pasado debí cederle a Carolina el
control del equipo de sonido. Para ella, la tortura de oír música venezolana,
ya era suficiente. Así que tomó, casi por asalto, el equipo de sonido. Disfrutó
haciéndome oír a su cantante predilecta: Thalia. No con poca sorpresa pude
escuchar el remake mexicano de aquella canción. Me acordé de Miriam Makeeba. No
con poca sorpresa Carolina escuchó mi explicación de que aquella era una vieja
canción y que Thalia se la copiado. En
defensa de su heroína musical argumentó que ella se había copiado sólo una
canción y que los A-teens se los habían copiado todos. Como siempre Carolina
tenía razón.
Marzo, 2000.
y como siempre... carolina tenia la razón!
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