Hace poco Yambal, una marca de
cosméticos, le regaló a esta ciudad un reloj de flores muy parecido al que
alguna vez, creo, hubo en la Plaza Venezuela. Pero no puedo estar seguro si
realmente existió o yo simplemente lo soñé, recurrí a la página de Facebook
Caracas en Retrospectiva a refrescar mi memoria, pero no encontré un registro
fotográfico de aquel reloj que domina mi memoria, tal vez lo soñé. Si realmente existió sucumbió ante la
competencia del reloj de La
Previsora.
La Plaza Venezuela fue un gran
estandarte de la Caracas sesentiana y allí vimos nacer y morir un millón de
fuentes. Eran inauguradas y destruidas, con asombrosa velocidad. Por alguna
extraña razón todas las fuentes de la Plaza Venezuela estaban, al nacer, condenadas a
ser destruidas. Esta última creo que es la que más ha durado y como gran logro,
tiene la particularidad de que para apreciar toda su belleza hay que estar en
los pisos más elevados de los edificios que la circundan. Al parecer todo lo
que se colocaba en la plaza estaba condenado al fracaso.
Así pasó con aquella escultura
que emulaba el estudio fisiológico del cuerpo humano de Da Vinci; luego desapareció y anduvo perdida algunos
años, creo que fue rescatada y está ahora en alguna otra parte. También hubo
una escultura de Soto (creo que era de él) llamada (creo) El As de Solar. Era
una hermosa escultura en aluminio y un buen día desapareció, probablemente fue
desmantelada, paulatinamente, para rendir tributo al afán reciclador de los recogelatas.
Por algún tiempo la Plaza sirvió para
cobijar la rueda del triunfo de Lorenzo Fernández. Otra cosa que adornó aquella
Plaza Venezuela fue un grandísimo anuncio de neón de Coca-Cola. Pero vivíamos el imperio de la Pepsi y por años, al
menos para mí, Coca-Cola no era mas que una marca de yoyos.
Pero no todo era borra y va de
nuevo, en honor a la verdad hubo cosas
estables en aquella Plaza Venezuela; entre ellas los perrocalenteros que
hicieron de aquel lugar su centro de operaciones desde el cual, un buen día,
dominaron toda la ciudad.
Una de las cosas más estables en
aquella Plaza Venezuela fue la pancarta del Teatro del Este. Recuerdo que en
aquel edificio -que exhibía el enorme aviso de neón de Polar, que en los diciembres se convertía
en un arbolito- quedó, por años, el Teatro del Este. Allí en su inmensa
cartelera por años pudimos ver grandes vallas promocionales de las películas
que el teatro exhibiría.
Nació la moda de remodelar viejos
edificios y mientras el edificio Polar se convertía en el hermano menor del
Cubo Negro; la gran pancarta desapareció y creo El Teatro del Este perdió allí
parte de su personalidad, aquella pancarta despertaba, en alguna medida, el
deseo de ver la película que con vistosos colores se anunciaba.
Una vez convertido el Edificio
Polar en el hermano menor del Cubo Negro fue coronado por una gran bola de
Pepsi y luego alguien aprovechó la idea y colocó una enorme taza de Nescafé en
otro edificio cercano; en realidad pudo haber sido al revés ya que cuando éstas
nuevas identidades de la Plaza Venezuela nacieron
yo ya no vivía en Caracas, y las conocí juntas. Y ahora parece que estos dos
estandartes de la Plaza
Venezuela , corren el riesgo de desaparecer también. Parece
ser la maldición de la Plaza
Venezuela o tal vez sea su verdadera identidad, la de estar
allí cambiando.
Allí en aquella pancarta del
Teatro del Este, se anunció por meses La Conquista del Planeta de los Simios,
una de las tantas secuelas de aquella hermosa película que nos abofeteó sobre
la posibilidad inmanente de que en un arranque de locura destruiríamos el
planeta, eran los años de la guerra fría y el holocausto nuclear era un
posibilidad bastante cierta. El Planeta de los Simios vivió en nuestro
inconsciente colectivo por años y llegó a convertirse, al menos para mí, en una película de culto. Poco a poco
Hollywood en entrenó en el delicado arte del remake. Empero nadie se había
atrevido a profanar el culto hasta que Tim
Burton decidió regalarnos una
nueva versión del clásico sesentiano.
Cuando la me pasaron en la tele
me senté a verla con Mariagracia, obviamente no le gustó mucho y creo que la
toleró solo por hacerme compañía. Al terminar le expliqué que esa era la
versión de Tim Burton, pero que en mi infancia, cuando tenía mas o menos su edad,
había visto la versión original y que era mucho mejor, le prometí tratar de
encontrar la versión original en DVD, para que la viéramos juntos, pero en
realidad no me propuse a buscarla, no creí que en realidad a ella le importara.
Hace un par de semanas fuimos a
ver Alicia en el País de las Maravillas al salir del cine, frente al helado de rigor, me preguntó si me
había gustado, le dije que no mucho que esperaba algo mejor. Mientras comía su
helado, me miró y como una gran experta en cine me indicó, ciertamente, que era
la versión de Tim Burton, pero que a ella sí le había gustado.
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