Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

lunes, 14 de diciembre de 2015

María La Bollera

María la bollera...



La muchachita que el mercado 

vende los bollos todos los días 
a los casados vende al contado 
y a los solteros bollos le fía 

De ingenua manera y sin proponérmelo las gaitas se han vuelto una tradición navideña en la casa, al llegar diciembre comenzamos a oírlas y no paramos hasta enero, en donde caen en un olvido de 11 meses. Carolina, de quien ya han oído hablar, canta Sentir Zuliano con una emoción digna de cualquier  maracucho.

Alguna vez se puso a cantar María la bollera y cuando Catalina me preguntó qué era un bollo le respondí que era un exquisito subproducto de la preparación  de las hallacas. Le expliqué que el poquitín de guiso que sobra y un poco de masa son mezclados y dispuestos en las hojas de plátano y a los 20 minutos podíamos disfrutar de una de las preparaciones típicas de nuestra navidad. Sin vacilar me dijo que eso lo podía entender, pero que  dónde estaba la mala intención. Al parecer el tono de la popular gaita implicaba el doble sentido que nos caracteriza.

Hace un par de años acordamos que un diciembre lo pasaría en Caracas y el siguiente con la familia, esté donde estemos. El año pasado recibí el año en Caracas y este año hice un intento; pero Carolina, inmediatamente, me recordó que este año me tocaba pasarlo con ellas. Así que este diciembre no iré a Caracas antes del 31.

Confirmé, vía mail, que iba el 2 de Enero (al parecer a las líneas aéreas, como a mí nos dio miedo viajar el primero de enero)  y mi familia se comprometió a recibirme con algunas hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina y algunas,  polarcitas heladas. Aunque en la respuesta de me hermana sentí un tono triste. Casi sentí que la estaba poniendo en un compromiso. Pero en el fondo sé que siempre ha sido así.

Desde que tengo uso de razón todos los años, al llegar diciembre, nuestras madres nos decían que no estaban seguras  si ese año se podrán hacer las hallacas. Se  quejaban del alto costo de la vida, de la inflación y de los especuladores.  Pero al final la gente hace su esfuerzo, hace sus economías y cada diciembre se comen, en todos los hogares, las reglamentarias hallacas decembrinas. A lo mejor un poco más chiquitas, pero hallacas.  Tal vez sea que a los venezolanos nos gusta quejarnos,  y las hallacas son un pretexto para practicar nuestro deporte nacional: hablar mal del gobierno.

Tengo un año de haber visitado Caracas por última vez. En aquel diciembre Chavéz era el presidente electo y se encontraba de viaje, tal vez estrenando la visa que le habían otorgado en esos días. Eran días de gran euforia, su abrumadora victoria había llenado de esperanzas a propios y extraños. Pocos eran los que, pública o privadamente, reconocían no haber votado por él.

En lo particular yo no guardaba mayores esperanzas, pero la gran mayoría sí. Un año después tengo la impresión, de que la cosa no ha mejorado mucho, que la crisis se ha agudizado. Y que este año, como siempre, la gente estará  pensando: la masa no está pa’ bollo.

Año, 2000.


No hay comentarios:

Publicar un comentario