Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

viernes, 7 de septiembre de 2012

Los hijos de la Valiente.






Sola, fané, descangayada
la vi está madrugada
salir de un cabaret.
 
La voz eterna de Carlos Gardel.


Era el nombre de un grupo de rock ecuatoriano que era muy famoso por los años noventa cuando recién el destino me puso a vivir en “extraña nación.” Era un nombre que no me decía nada al igual que Cacería de Lagartos u otros muchos nombres ingeniosos que decoraban el repertorio de nombres de grupos de rock, pero como el rock no me apasiona no le paré bolas a nombre. Unos pocos años luego entendí que aludía a una expresión vernácula: La valiente puta que te parió. Recién ahí comprendí que era un nombre travieso,  iconoclasta, irreverente,  y simbólico como si se les hubiese ocurrido llamarse “los amigos invisibles” o “el pez que fuma.”

Hace unos años conocí a Balmore Moreno, amigo quien el destino lo trae al Ecuador un par de veces al año y cada vez que viene nos damos modos para invitarlo a casa y degustar alguna cosita, aunque todavía le debemos una paella valenciana  que Alexis González, un hermano hecho aquí en el exilio voluntario, promete pagarle en cuanto vuelva. Cuando conocí al Balmore su cara se me hacía conocida, pero no podía ubicar en donde carajo lo había visto y no fue hasta que Ela, su ex-esposa, nos presentó mas formalmente que supe de donde esa cara se me hacía tan conocida. Balmore participó en más de una de esas películas sesetentianas que contribuyeron a crear en nuestro inconsciente colectivo que podíamos hacer cine y cualquier otra cosa que nos diera la gana, eran los cuatrotrientísticos años setenta. La mayoría de las películas en las que Balmore participó las había visto en los años de mi más tierna juventud, pero reconocerlo no era fácil ya que los años habían borrado su cabellera.

Siempre que nos reunimos con Balmore terminamos hablando aquellas películas -y de aquella época dulce-  las cuales se desdibujan en nuestra memoria. Ela, siempre cuenta que hizo un papel en los años que era esposa de Balmore en el Pez que Fuma. El Azar Inmóvil que todo lo mueve me colocó en la situación de no tener TVcable y debí recurrir a Youtube y mirarme algunas películas viejas ya que dormir en el silencio total, para mí, es casi imposible. Así que al tercer día, resucitó de entre los muertos el Pez que Fuma. La miré con atención porque quería reconocer a Ela, pero no pude; a Balmore lo pillé en una escena cortita. Imagino que en el trance de filmar una película en un burdel venezolano hacían falta un par de extras y en medio de esa algarabía que es un burdel, así sea de película,  Roman Chalbauld  le debe haber dicho: “Balmore, deja lo que estás haciendo y párate allí como que estás saliendo del burdel.” El papel de Ela debió ser más pequeño aún o los años que han pasado no me permitieron reconocerla. Pero Igual me vi la película completa. Reconozco que no era de mis preferidas así que me pasé unos días antes de enfrentarla. Me deleité con otras que me habían sido, en su época, más sencillas de entender.

Es una película de culto -declara quien la colgó en Youtube- me pareció un poco exagerado; pero debo confesar que hubo un par de simbolismos interesantes, pero no soy crítico de cine así que  puedo ver un simbolismo donde  no hay más que una escena de relleno o alguna pendejada del director;  pero hubo cosas en la película que te ponen a pensar. Debo reconocer que tal como la primera vez me costó verla, y entenderla. A ratos me provocaba pasarme a ver otra cosa. Claro que, como la primera vez,  darse el lujo de ver a Haydee Balza como Dios la trajo al mundo me mantenía en estado expectante. No voy a negar que sí me llamó la atención que todas las artistas que hacían de puta (y las que no) en la película tenían tetas de un tamaño digamos que normal y recordé una frase de un amigo -que cuando empezó esta epidemia de las cirugías de aumento de senos, tal vez para no hacer sentir mal a su hermosa esposa- siempre decía: “la teta, que en la mano quepa”. Qué tiempos aquellos que el talento no se medía en centímetros cúbicos y si una mujer tenía  la “mala suerte” de tener tetas pequeñas podía encontrar un papel en una película de Roman Chalbaud.

Esta vez, al contrario de la primera vez, creo que es una gran película. Difícil de entender, porque si te ponen como premisa que el país es un burdel a mas de ser ofensivo, distrae. Pero  es una gran película. Convengamos que Venezuela es un burdel y  que como en cualquier burdel tienes que quedarte hasta que encienden las luces o irse muy temprano. Si te quedas hasta al final nadie te quita lo bailado, y si te vas temprano siempre pueda la excusa de: “Yo no sé, yo no estaba ahí.” La música excepcional, si filmaran hoy día, no tengo idea que podría sustituir a La Violetera (simbólicamente hablando)  como tema, mi cultura regetonera no llega para musicalizarla, y, que, quede claro  que hace muchos  años que no paso una noche en un burdel así que me disculpo en mi ignorancia.
Pero si debo coincidir que es una película acerca del poder y sus bajezas.  Si Venezuela es un burdel -simbólicamente hablando, claro está-  la renta petrolera es la “valiente puta que nos parió.” Los políticos han sido los grandes chulos de esa riqueza, me refiero a la renta petrolera. Es irónico ver a Orlando Urdaneta encarnar el chulo de turno, al “paracaidista” que llega al burdel casi muerto de hambre y buscando empleo de cualquier cosa, para luego traicionar a su maestro (Miguel Ángel Landa) quitarle el burdel y quedarse con el amor de la matrona, que en medio de un “intentona” de sexo desenfrenado y por los innumerables  errores cometidos por antiguo y agotado  chulo, decide cambiarlo por uno nuevo. 

Digo que es irónico porque ver a Orlando, me voy a permitir tratarlo como si fuéramos panas, encarnar en  la película, aunque sea de hace más de 30 años, a  Chávez es, cuando menos, irónico. En la película vimos pasar a Orlando Urdaneta pasar de una franelita bluyines gastados  a ser el potentado de traje cortado a la medida. En resumen de cuidador de baños a ser el chulo mayor que está allí para despilfarrar, a manos llenas, la riqueza que produce el burdel. 

Falta un mes para las elecciones, no encuentro mi pasaporte, no sé si podré ir a votar. Pero  no dejo de preguntarme viendo la escena final de la película que carajo habrá dejado Orlando en la pancita de Haydee Balza.