Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

miércoles, 16 de diciembre de 2015

La mejor forma de comer jamón.

La mejor forma de comer jamón.


casi siempre ha de pasar que cada vez que 
escucheis una gaita llorareis 
porque en mi cara pensás 
con bellas cosas que a ti te harán recordar 
todas esas lindas cosas que no pudimos lograr 


Gran Coquivacoa.

Amanece 1995, hechos fundacionales: Inicio el año con las célebres promesas de año nuevo, y un “chuchaqui noir”. Ha amanecido un nuevo año en un país extraño. No salí a darle el felizaño a los vecinos, no apuré doce uvas una tras otras hasta, casi, ahogarme, no me comí mi platico de lentejas, no metí el billetico de 20 en la champaña pa’ que no me falte rial, no salí a darle la vuelta a la manzana con las maletas a cuestas. 

Lloré  toda la noche oyendo Maracaibo 15 extrañé como nunca Radio Rumbos. Sentado en la terraza con una botella de Moët Chandon (que hubiera cambiado pelo a pelo por una Polarcita  como culito de pingüino)  fumé  un Belmont Margariteño que guardé en la nevera seis meses para fumarlo ese día. Esperando una pelada que no llega, con un remedo de ensalada de gallina que intenté preparar para acompañar  unas hallacas recalentadas que me trajo mi hermana en agosto,  un dulce de lechosa que preparé con la célebre receta que pedí en medio de una crisis vía fax. ¡Ay! Dios mío, que sería de la herencia culinaria  patria, si no existiera el fax.

Pero lo que más extraño es el pan de jamón,  probablemente el mayor estandarte de la comida navideña venezolana. Hasta los portugueses habían creado inclusive...

 (o incluso... como decía Hellen Mendez -vieja y querida amiga aunque nunca jamás vista de nuevo- es inevitable para mí cada vez que pronuncio la palabra incluso recuerdo a Hellen Méndez, su pelo enmarañado hasta los ojos, su Plymuth verde, sus faldas hindúes, su nombre que sólo tenía una vocal y su manía irreductible de corregirme cada vez que decía “inclusive”)

...una versión de oficina: un mini-pan-de-jamón. Hicieron la bola de plata con los benditos mini-panes-de-jamón. Quién no engulló un pancito de esos a las diez de la mañana, para calmar el filo,  característico en diciembre a esa hora. Los Amaneceres Gaiteros del Poliedro (Aquí... En el Poliedro de Caracas, El Gran Coquivacoa con  Neguito Borjas y la gaita que nos une todos los años...) nos dejaban además de un chuchaqui horrible,  una ronquera del san putas y un hambre atroz que sólo lo podía saciar un Mini-Pan-de-Jamón.

Diablitos Underwood, la mejor forma de comer jamón, suena aún la cancioncita del comercial en mi recuerdo. Definitivamente la mejor forma de comer jamón fue, es  y seguirá siendo el pan de jamón. Me prometí esa noche en medio de mi borrachera solitaria que el próximo diciembre, al precio que fuera, estaría en Caracas para Navidades. Recordaba con nostalgia las Navidades caraqueñas: alegres y bullangeras.

Como lo prometido es deuda, volví a Caracas el diciembre próximo, pero no fue lo mismo. Vi una Caracas apagada, las gaitas no sonaban en la radio, ni siquiera había la gaita de las locas. Cuatro  años fuera de Caracas en Navidades y al regreso no encontré ese espíritu navideño que extrañaba. Vi otra cosa y no me gustó, tal vez la ausencia te hace recordar desproporcionadamente las cosas, pero en mi recuerdo las Navidades son mejores aunque no tengan pan de jamón.

Año, 1997.



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