Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

martes, 27 de diciembre de 2011

Huele a Navidad, aunque algo falta (09/11/2005)



"Compay, venga una brazo
ésta noche el año se termina,
a las doce lo espero en la esquina para que brindemos,
pero Compay, venga un abrazo,
No me diga que va a empezar a llorar
Siéntase alegre de estar vivo en ésta hora
que el hombre macho no llora"

Maracaibo 15 (Venga un Abrazo)

Esta mañana me fui con mi socio a desayunar en el Tottus; un nuevo hipermercado que han instalado acá en Lima (San Isidro). Pancitos Pizza de la panadería, un Yogur y un gatorade (Seis soles veinte); y nos sentamos en una de las mesas que estratégicamente los empresarios han dispuesto para éstos fines; con los clásicos televisores a un costado con los noticieros y el movimiento cotidiano de una mañana en un centro de compras masivas.

Noté con asombro que la decoración había cambiado, hasta la semana pasada que fui a tomar desayuno al mismo sitio había aún algodones simulando telarañas; (motivos de halloween); así como las inapelables calabazas y motivos de brujas y fantasmitas de la tradicional fiesta norteamericana.

En cambio ahora noté los inconfundibles colores rojo y verde, predominando sobre el frío decorado de la publicidad de jamones, tragos y otros productos. Papá noeles (San nicolases), luces intermitente, árboles de pino artificial decorados: la navidad está cerca.

Sin embargo, toda esa decoración que si bien es la misma que nos podemos encontrar en cualquier local venezolano en vísperas de las fiestas decembrinas, el sentimiento definitivamente no es el mismo. Tal vez a muchos de los que hemos emigrado fuera de Venezuela nos ocurra lo mismo; nada de lo que vemos, aunque sea igual o similar a lo que estamos acostumbrados, nos parece “completo”.

¿Qué faltaba?. No lo sé. Quizá una gaita sonando de fondo en el hilo musical del hipermercado, o el olor de las hallacas; los jamones planchados dispuestos en sus cajitas en forma de árbol de navidad. La verdad, sigo sin entender qué es lo que falta, pero definitivamente hay un hueco profundo entre todo ese ambiente y el sentimiento de la cercanía de la navidad.

Para éste país la navidad, sin dejar de ser emotiva, no es más que una fiesta en que el 24 lo pasas con tu familia (si es que puedes) y te reúnes a cantar villancicos y a cenar; y el año nuevo es una “juerga” desmedida que pasas con tus amigos, en la playa, en el campo o en la montaña, y en donde el trago y el baile marcan la pauta.

Creo que nunca llegaré a comprender cómo es posible que alguien no pase el año nuevo con su familia; vestido con la ropita nueva, escuchando en Radio Rumbo o Radio Reloj el “Faltan cinco pa` las doce el año va a terminar” … los sonidos de los triquitraquis, tumbarranchos, los niños correteando con sus estrellitas en la mano; la mesa dispuesta con ensalada de gallina, pan de jamón, hallacas, pernil; esperando el cañonazo para poner a Maracaibo 15 y poder abrazar a toda tu familia, muchas veces con lágrimas en los ojos, deseándoles a todos un feliz año; aún con la servilleta en la mano, esa que minutos antes contenía 12 uvas que lentamente comimos rememorando mes por mes el año que se va.

Recuerdo que cuando era chico, veía a mi madre, mis tías, mis hermanas; que a las 12 de la noche indefectiblemente lloraban, y así con sus rostros corridos de pintura por efecto de las lágrimas, me abrazaban fuertemente diciéndome lo mucho que me querían, rogándole a Dios porque me cuidara e iluminara por ese año y por siempre. Alguna vez, o varias veces, les pregunté del por qué lloraban en ese momento, y la respuesta siempre era la misma “cuando crezcas lo comprenderás”.

Hace mucho que comprendí esa energía, el estar en familia, juntos, bailando y celebrando; incluso con familiares que posiblemente no ves en todo el año, y en ese momento mágico de las 12 de la noche del 31 de diciembre – 1 de enero, están contigo para darte un abrazo y desearte  que todo te vaya bien; que el año venidero te colme de bendiciones y que se cumplan tus deseos.

Tocan el timbre, son los vecinos que igualmente vienen a darte un abrazo y a compartir un trago, una hallaca, un pedacito de pernil. Al rato, eres tu quien toca la puerta del otro vecino, en un hermoso ritual en donde la paz y la armonía es la que manda.

¿Cómo puede uno explicarle a alguien semejante cosa?. Ahora mismo escribiendo éstas líneas, me siento muy afortunado de que mis navidades hayan sido de ésta forma y no de otra; sin despreciar o desestimar de cómo la pasan en otros lados…

no es por nada, como nuestras navidades, no hay otra.

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