Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

jueves, 1 de abril de 2010

Pata-Pata



Debía estar corriendo el año 69 -año más, año menos-  la televisión era a blanco y negro, nadie podía imaginar que pudiera ser de otra forma, el yogur se llamaba Yoka, las fiestas eran con la Billo Caracas Boy’s o los Melódicos. Estaba de moda el Cachascascán y su mayor exponente Bassil Bathá; ganó fama con su célebre llave Doble Nelson. Bassil Bathá, quién -eso creo; pero no puedo dar fe- cansado de ganarse la vida con las patadas voladoras y simulando golpizas decidió aprovechar la fama ganada en las arenas del Nuevo Circo para abrir una tienda de ropa en El Silencio.

Eran los años felices de finales de los sesenta, aún reinaba en nuestras cuentas nacionales el fifty-fifty. Un anglicismo para decir, como en los juegos de muchachos, contá y mitá. Así que con aquella fórmula, de la que, a ratos, creo  no debimos haber salido, los americanos se llevaban su buena tajada de la venta del petróleo y al estado venezolano le quedaba lo justo para vivir, como la mayoría de las familias venezolanas de aquella época,  humilde; pero dignamente.

Por aquella época no existían las multinacionales de la noticia, CNN (si era que existía) probablemente era un canal local.  Las noticias sucedían al mismo ritmo que suceden hoy; pero nos enterábamos un par de días después. En aquellos días Adolfo Martínez Alcalá era, tal vez, la voz con mayor credibilidad de la radio venezolana. Comenzaba la tanda de noticias en Radio Capital con la lista del montón de nombres  las principales agencias noticiosas internacionales. Como no había imágenes las siglas de antecedía les deba credibilidad, o por lo menos nos indicaba de cuál lado de La Guerra Fría estaban. En aquella época existían dos Alemanias, y un solo Berlín, separado por un muro levantado entre gallos y media noche.

El mundo, en aquellos años, era más grande de lo que es ahora. Sudáfrica existía en el mismo sitio que existe hoy, pero de aquella república sabíamos poco, muy poco. El único nombre que podíamos asociar era el de Richard Bernard (¿sería él?) y eso porque se le ocurrió trasplantar un corazón, una hazaña en aquella época y aún en esta.  Por aquella época Nelson Mandela no era el presidente de Sudáfrica, era una víctima del Apartheid (¿se escibirá así?) Proveniente de aquellas tierras africanas por aquella época nos visitó  Miriam Makeeba (¡creo que se escribe así!), y un ritmo contagioso llamado el Pata-Pata, eran los años felices. Mas de uno bailó el Pata-Pata aunque nadie entendió la letra, no importaba. 

No con poca sorpresa el domingo pasado debí cederle a Carolina el control del equipo de sonido. Para ella, la tortura de oír música venezolana, ya era suficiente. Así que tomó, casi por asalto, el equipo de sonido. Disfrutó haciéndome oír a su cantante predilecta: Thalia. No con poca sorpresa pude escuchar el remake mexicano de aquella canción. Me acordé de Miriam Makeeba. No con poca sorpresa Carolina escuchó mi explicación de que aquella era una vieja canción y que Thalia se la  copiado. En defensa de su heroína musical argumentó que ella se había copiado sólo una canción y que los A-teens se los habían copiado todos. Como siempre Carolina tenía razón.

 

Marzo, 2000.

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