Crónicas de un exilio voluntario

Crónicas de un exilio voluntario
Aquiles Nazoa

jueves, 4 de febrero de 2016

El hombre de la etiqueta


El hombre de la etiqueta.


Y los que andan de cuello blanco son los peores 
porque además de quemarte se hacen llamar señores
 
tienen amigos en altos cargos muy influyentes
 
y hay algunos que hasta se lanzan pa’ presidente.
Yordano. 

Cuando llegue a vivir a Ecuador, allá por el año 1993, una de las agradables sorpresas fue ver que un canal local tenía los derechos de “Por estas calles”. Seguramente los había comprando pensando que sería otro gran éxito a los RCTV los tenía acostumbrados. Aquí la novela estaba recién empezando así que eran capítulos que ya había visto, y como sabía para donde iban los tiros intuí que esa novela era demasiado venezolana como para que fuera un éxito en otro país. El tiempo me dio la razón y al poco tiempo la telenovela fue sacada del aire, acá la gente no la entendía y no producía los efectos de raiting que tuvo en Venezuela. Así fue como me quedé sin saber cómo terminó la fulana  novela.

Aquella telenovela marcó un hito en la historia de la TV venezolana y hay quienes le atribuyen a la destitución de Carlos Andrés Pérez ya que del clásico culebrón televisivo pasó a ser una especie de primera plana del acontecer político de aquellos años y quiénes no leían la prensa se enteraban de los escándalos en el horario de las 9. Hay quienes sostienen que es injusto atribuirle a la telenovela ningún efecto directo en la vida del país, ya que las telenovelas, entre todos los poderes que tienen, no tienen el de tumbar gobiernos.

No creo que se le pueda imputar a una telenovela el derrocamiento de un presidente ni la debacle política de un país, lo que sí creo es que de todos los personajes de aquella telenovela; Chávez, hábilmente, encarnó aquel personaje de telenovela: El hombre de la etiqueta. Aquel policía que cansado de la impunidad había decidido tomar justicia en sus manos, pero también prefiguraba el futuro, una especie de anti héroe que se limpia el trasero con las leyes.

Ese personaje  a su vez encarnó la decepción de muchos, por eso nadie salió a defender la democracia aquel fatídico 4 de febrero de 1992, tal vez porque nuestra democracia decepcionante había decepcionado a la mayoría. Por eso muchos apostaron a un justiciero enmascarado que nos prometía un país más justo, más igualitario, más democrático y con más y mejores oportunidades para todos. Aunque para cumplir sus promesas tuviera que “freír en aceite las cabezas” de sus enemigos políticos.

Aquel justiciero enmascarado, para ajustar sus sueños con la realidad, fabricó un país a su imagen y semejanza llenando al país de un revanchismo absurdo. Ya se le cayó la máscara al hombre de la etiqueta y podemos ver el rostro descarnado de alguien que para perpetuarse en el poder ha logrado sembrar el odio entre hermanos, algo que probablemente nunca se había visto en la historia de Venezuela. Porque en la Venezuela en la que crecí si bien no todos éramos iguales al menos  creíamos que lo éramos.  

Ya Chávez no viste el disfraz del Hombre de la Etiqueta, pero la oposición sigue insistiendo en ser Eudomar Santos limitándose a decir: “como vaya viniendo, vamos viendo”.

Año, 2002.